
Una visión general de la capital de Pequeña Polonia empieza por básicas nociones de historia. Si apreciamos su situación geográfica, entre las tierras altas del Jura y las montañas Tatra, rápidamente entenderemos que haya sido el objetivo de numerosos imperios y reinados, con frecuentes cambios en sus fronteras. El siglo XIV es uno de los más importantes para la ciudad, gracias al mecenazgo del rey Casimiro Wielki y a la creación de la Academia de Cracovia. El XV, el Siglo de Oro polaco, verá cómo ésta se convierte en uno de los enclaves más prósperos de Europa. Tras la invasión sueca de 1655 comienza un periodo de decadencia que se prolongará a lo largo de 2 siglos. A últimos del XVIII, quedará bajo el control austríaco y cuando termine la Primera Guerra Mundial y Polonia recupere su independencia, Cracovia seguirá siendo sede de distintas administraciones y desempeñará un papel cultural predominante. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el sistema comunista levantará una serie de grandes edificios de acero en la llamada “Nowa Huta”.
La Cracovia de hoy
Tras estas breves pinceladas históricas, nada nos detiene ya a la hora de adentrarnos de lleno en la Cracovia actual. Ésta recibe anualmente más de siete millones de turistas, con lo que es un consolidado destino, con amplia oferta de servicios y apertura internacional. La muerte del Papa Juan Pablo II ha aumentado considerablemente el número de peregrinos a la ciudad, puesto que Karol Wojtyla fue arzobispo y cardenal en ella antes de iniciar su pontificado en Roma.
Considerada por los nativos el corazón del país, historia, cultura y arte se aúnan en su concepción. Una cuarta parte de los museos de Polonia se concentra en esta ciudad, elegida en 2000 como una de las nueve capitales de la cultura europea. En ella, más de 120.000 universitarios y una población que supera los 800.000 habitantes.
Toda lógica visita a Cracovia debe arrancar en su casco viejo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su “Stare Miasto” empezó a adquirir forma en el siglo XIII, tras las invasiones tártaras, al ser necesaria la construcción de murallas defensivas, reforzadas posteriormente con 47 torres. Ya en el siglo XIX, siguiendo la moda europea, éstas fueron derribadas para favorecer el crecimiento de la ciudad.
Empezamos con la Plaza del Mercado (“Rynek Glówny”), un cuadrado perfecto de 200 metros en cada uno de sus lados, cuyo centro está ocupado por el edificio de la Lonja de los paños, hoy convertida en un mercado de artesanía, y el monumento a Adan Mickiewicz, el más importante poeta romántico de Polonia. Continuamos con la basílica de Santa María, ubicada en uno de sus laterales. Desde su torre, cada hora, se escucha una melodía que se interrumpe de súbito. El ritual viene repitiéndose desde la Edad Media y hoy día se utiliza como señal horaria en las emisoras de radio de todo el país. Según una leyenda, durante la invasión tártara el vigía de la torre intentó advertir a la población de la presencia enemiga, pero una flecha le atravesó la garganta cuando tocaba su trompeta. Hoy día es un bombero el encargado de tocar el instrumento.
En un segundo lateral de la Plaza del Mercado, la antigua torre del Ayuntamiento, a la cual podréis subir para contemplar una reconfortante panorámica, y en otro, la iglesia de San Adalberto, resultado de una reforma llevada a cabo en el siglo XVII. Muy pequeña, su interior no tiene nada de especial.
El barrio de la Universidad y la Colina de Wavel
Siguiendo la ruta marcada por los puntos de obligada visita nos encontraremos con el barrio de la universidad, zona muy animada debido precisamente a ella y a haber sido enclave judío décadas atrás. En sus dependencias podréis ver instrumentos astronómicos que se dice fueron utilizados por Copérnico. Este paraninfo vio como el Papa Juan Pablo II y el escritor Czeslaw Milosz eran nombrados Doctor Honoris Causa.
En la Plaza del Mercado comienza una de las vías comerciales más importantes de Cracovia. Termina en la Plaza Mateikjo y es un paseo que no debéis dejar de hacer por cuanto vais a encontraros en el camino: la puerta de San Florián, una de las ocho que había en la muralla, Barbacana, bastión gótico de ladrillo levantado a finales del siglo XV, y la iglesia de Santa Cruz, considerada una de la más bonitas de la ciudad.
Podemos seguir el recorrido por la calle Grodzka, que nos conducirá directamente hasta la colina de Wavel, en la que se encuentran el Castillo Real, la Catedral y las criptas en las que reposan los restos de buena parte de los monarcas polacos. Se cuenta que en este alto se halla una de las siete piedras mágicas que hay en el mundo y según los cracovianos, es su energía la que ha protegido la ciudad, por ejemplo de los daños provocados por la Segunda Guerra Mundial.
El origen del castillo se remonta al siglo XI y su estilo renacentista procede de una reforma de principios del XVI. Acoge diferentes museos y la entrada para cada uno de ellos es diferente. La visita a la Catedral, con actual estilo gótico original, es libre, de pago para la cripta y el campanario.
A los pies de la colina y a orillas del Vístula, la Cueva del dragón, desde cuya entrada se tendrá una completa panorámica del río y de la ciudad. La estatua metálica del mismo (de la cual sale una llamarada de fuego cada pocos minutos) será un claro referente para su ubicación. De nuevo nos encontramos aquí con una leyenda que habla, en este caso, de la existencia tiempo atrás de un dragón devorador de ganado y de bellas doncellas, al cual un valiente príncipe decidió hacer frente con grandes dosis de ingenio.
El antiguo distrito judío
En dirección sureste, y a poca distancia andando desde Wawel, os encontraréis con el antiguo distrito judío de Kazimierz, ciudad independiente tiempo atrás. Su nombre se debe al rey Kazimierz, fundador del primer asentamiento en el siglo XIV. Iglesias, sinagogas, museos e historia le confieren una atmósfera conmovedora.
El barrio se hizo popular a raíz de la película de Steven Spielberg La lista de Schindler, que atrajo la atención masiva de turistas y visitantes. Durante la II Guerra Mundial se perdió gran parte de sus edificios y, evidentemente, toda una forma de vida. Sólo siete sinagogas se salvaron de la destrucción nazi. El centro cultural de la zona, en la calle Rabina Meiselsa y de entrada libre, puede ser interesante de visitar, más si se coincide con alguno de los eventos culturales, presentaciones de libros, exposiciones o conferencias frecuentemente celebrados en él.
Te puede interesar: Recuerdos de la cultura judía en CracoviaEn Kazimierz, además de las sinagogas, la iglesia de Santa Catalina, una de las muestras más bonitas del gótico en la capital, y la del Corpus Christi, con un llamativo púlpito del XVIII.
De entre los numerosos museos existentes en la ciudad, el Czartoryski es uno de los más interesantes. Toma el nombre de la princesa que lo creó y es de entrada gratuita los jueves. Su colección incluye obras de arte egipcias, griegas y romanas, armaduras orientales y los cuadros Dama del armiño, de Leonardo da Vinci y Paisaje con el buen samaritano, de Rembrant. El Museo de la historia de la fotografía, con fotos antiguas de Cracovia dignas de ver, el Museo histórico de Cracovia, de entrada gratuita el sábado y dedicado a la ciudad y a su pasado, la Casa de Jósef Mehoffer, uno de los miembros de Joven Polonia, y la de Jan Matejko, en la que se exponen dibujos y pinturas de este artista del XIX, constituyen otras manejables opciones.
Si en vuestro viaje disponéis de tiempo, no dudéis en invertirlo en esta ciudad.
Cracovia no es un destino para visitar con prisas y cuanto más tiempo disfrutéis de ella, mejor entenderéis el porqué de su halo mágico. En cualquier caso, no os defraudará.